Soledad, soledades: Ahora que la
soledad de mis días y la soledad de mis noches se encuentran, mi soledad mía,
fragua la soledad de ella. Mi corazón baila con la nostalgia amarga, al ritmo
lascivo de los repiques de las campanas que salvan almas, mientras, la mía se
pierde en el palpitar escabroso de mi corazón desolado…
Soledad de mis días
quita el azul de las noches
enciende mi corazón de fuego
aliénalo con el dulce anhelo
Soledad, soledades: Ahora que la
soledad mía disimula su ausencia, la melancolía me tortura y la tortura es el
pan de cada día y cada día son preguntas sin respuestas que me dan su espalda, su espalda es un mar de despedidas y las
despedidas se llevan su nombre (y mis manos, no la hallan), el abecedario huye
de mis manos como un ladrón artero, llevándose su nombre envuelto en mi corazón
sangrado de lo incierto…
Soledad de mis noches
aleja las sensaciones vanas
socorre mi corazón magullado
y mengua su dolor de abandonado.
Soledad, soledades: Ahora que la
soledad de ella reside en mis manos vacías, estas, se llenan de deseo incierto
y el mismo deseo es un caudal de pobreza y la pobreza es reflejo de un desierto
con arenas perversas, así, perversas son las valijas que cargan sus recuerdos con
nuestras noches de grandeza, la grandeza, ahora es enana como el amor que su
corazón refleja y el reflejo es tan exacto como un reloj con horarios de tristeza…
Soledad mía
te regalo el día que la conocí
te regalo los sueños de ella
te regalo todo aquello que un día
pretendí.
Soledad de ella
te regalo mi noches de insomnio
te regalo la palabra “caballero”
para no olvidarme de ella.
Soledad, soledades
Soledad de mis días
soledad de mis noches
soledad mía, soledad de ella.
¿Donde pongo el vacio de mis
manos por su ausencia?
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