Con la maraña
del saber que no estás y no estarás, brota un deseo tullido, es una intención, unas
ganas de (…) ¡nada más! La certeza inexorable del “nada más” hiere a este
corazón quimérico, lo amedrenta burdamente…
Mi corazón
de quimera
construye
lagos
con la
humedad de tu boca
labrándolo
con besos nuevos.
Cada día es
empezar de nuevo
aun sabiendo
de la cruel ocurrencia.
El capricho adereza
el dolor,
por tu deseo frígido.
El corazón renuente,
arremete contra los días que no han de traerte a mí; frenéticos latidos, incendian
razones, con el propósito de calcinar todas las buenas éticas que condenan mi
amor furtivo y toda voluntad que intimiden tus manos por husmear mi cuerpo…
Nada importa,
nada es nada sin nosotros
sin la
unción de nuestros cuerpos.
Dame tus
besos, quiero tus besos, urgen tus besos…
¡El tabú, a
la hoguera indolente de nuestros deseos!
Los otros y
el deber ser; fusilan sin piedad, encarcelan perpetuamente las ganas de
nosotros. Todo es un panteón de deseos muertos. Negados al sepelio; escapamos como ladrones y
tan solo, las noches, nos ocultan en su oscuridad, contamos sus estrellas y
hacemos cuentos de amores para sublimar las ganas nuestras. Y bien sabes, amor
mío, que; cada letra, cada buena intención, cada palabra sugerente que escribo,
encarnan mis ganas de ti…
Como lámpara
mágica, tu desnudez sobria
me concede
tres deseos:
El calor de
tu cuerpo, el olor de tu sexo, tu piel salada.
Menesteroso
de ti, me hago de ellos… (te poseo)
Y mi
corazón, mi deseo, mi cuerpo, son tuyos
a tus
manos se dan como niños sin regazo
¡Dales
de comer de la miel de tus ojos
tenlos en tu cama, acarícialos con tu aliento!
Generosa desnudez la tuya con sus deseos,
son para mi alma un sacramento,
niños sin regazo por la carestía de tu cuerpo
¿Qué hacemos sin nosotros?
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