Desde la dulzura
de tus ojos que bien se,
hasta la sal de tu
piel que aun no tengo; mi corazón te desea,
mi corazón te
guarda; clona cada parte tuya, te multiplica,
en cada metáfora
de mis versos te construye.
Te he buscado
entre los días que han pasado
entre los días de
hoy y los que aun no son
en horas sin fin,
en minutos tercos
y eres tan clara
para los ojos de mi corazón.
Bajo la lluvia
sigo buscándote y amándote
con la
persistencia de gotas locas,
locas gotas que
reclaman nuestra piel
y mi corazón
almacena en su frialdad los trozos de esperanza.
Los guarda en
horas eternas, en días sin fin, en minutos tercos
de un reloj que
juega a detener el tiempo y se columpia en la ironía de tu falta;
días de minutos
torpes, deficientes, inexactos; aletargan las horas,
¡y mi corazón con
la prisa de tenerte a mi lado!
Te
guardo en este corazón frio para mantenerte intacta a tu regreso;
con
la esperanza prendida, con la fe ciega de un corazón enamorado.